25 de octubre de 2010

Premios Príncipe de Asturias: la magia

Nunca he sido forofa del fútbol, hasta, como tantos otros, el triunfo de la Selección Española en la Eurocopa de 2008. Para cuando la Roja ganó el Mundial de Sudáfrica, ya conocía de memoria el nombre y procedencia de sus once jugadores, y hasta era capaz de admirar su celebrado juego del toque. Por eso, los primeros rumores sobre la entrega del Príncipe de Asturias de los Deportes a la Selección me llenaron de ilusión; sabía que para entonces viviría en Oviedo y, con suerte, vería de cerca a los nuevos héroes nacionales. Lamentablemente, no fue así del todo -sí pude deleitarme con la nuca de Casillas, la sonrisa de Xavi y la altura de Del Bosque-, pero, a pesar de ello, el pasado 22 de octubre fue un día especial: descubrí el encanto, la magia y la trascendencia de una ceremonia a la que hasta entonces apenas había prestado atención.

El Campoamor, listo para los premios
Desde que tengo memoria, recuerdo la entrega de los Premios Príncipe como un acto protocolario serio, aburrido y con un par de caras conocidas entre un sinfín de extraños, además de un evento con el que los medios de comunicación se volcaban. Ahora, puedo afirmar que aparte de todo eso, la ceremonia en el Teatro Campoamor de Oviedo es también un momento sobrio, lleno de encanto y sencillamente precioso. No sé si esa magia que desprende se deberá a la permanente banda sonora de las gaitas asturianas -cómo adoro su música-, a la bonita estampa del coliseo engalanado o al omnipresente color azul, asociado a la fundación que entrega los premios, que viste la ciudad. O quizás la razón esté en la propia Oviedo, que cede sus calles para que los premiados e invitados las recorran flanqueados por unos ciudadanos entregados y el sonido de las gaitas. Puede, también, que el encanto de los Premios Príncipe proceda de la misma ceremonia, con esas ovaciones, dentro y fuera del teatro, que reciben algunos de los galardonados.

Venga de donde venga, el verdadero momento mágico sucede, en mi opinión, cuando los premiados pasan junto a la estatua de la estudiante lectora -'Esperanza caminando', se llama- segundos antes de entrar en el Campoamor. Esta escultura, tan sobria y sencilla que podría pasar totalmente desapercibida, ha posado junto a personajes tan reconocibles y admirados como Nelson Mandela, Al Gore, Woody Allen, Rafa Nadal o incluso la autora de la saga literaria de Harry Potter, J. K. Rowling. Ha visto como Michael Schumacher, Yelena Isinbayeva o nueve jugadores de la Roja accedían al teatro; ha acompañado a Günter Grass, Arthur Miller o el arquitecto Norman Foster por la alfombra azul... Y siempre con esa humildad que parece caracterizarla.

'Esperanza Caminando', via JapaneseSigns

Además de visual y emotivamente atractivos, los Premios Príncipes de Asturias son, sobre todo, relevantes. Por unas horas, a veces incluso días, Oviedo se convierte en la capital cultural y social de España, y puede que incluso de más. La fachada del Campoamor y las puertas del Hotel Reconquista, donde se alojan los galardonados y la Familia Real, reciben las visitas -por Internet, la televisión, los periódicos...- de cientos de miles de personas, lo que hace de estos puntos dos de los lugares más reconocibles -aunque sólo sea por el nombre-.

Por si esto fuera poco, la concesión del premio a determinadas personalidades tiene sus efectos en la ciudad -o eso parece-. Así, Santiago Calatrava ha diseñado un extravagante palacio de congresos que de momento alberga un centro comercial y acogerá también un hotel; Oscar Niemeyer ha creado el Centro Cultural Internacional que lleva su nombre en Avilés; y Woody Allen ha rodado en los alrededores de Oviedo la película que le valió el Oscar a Penélope Cruz, 'Vicky Cristina Barcelona'.

Con o sin la Roja, estos Premios Príncipe, los primeros que he vivido de cerca, aunque no tanto como me hubiera gustado, me han hecho mirar Oviedo con más respeto y admiración que antes, y sentir, un día más, que no podría haber elegido mejor lugar para continuar mi vida.

2 comentarios:

  1. Me gustaría algún día tener la oportunidad de cubrir los premios en algún medio de comunicación, pero más que por el acto en sí por la semana de conferencias y de actividades que se desarrolla en Oviedo y en otras partes del Principado.

    Pese a que los premios no son conocidos en el exterior, lo que tiene mucho mérito en mi opinión es que la Fundación Príncipe de Asturias haya conseguido que los galardonados asistan a la ceremonia del Campoamor.

    ¡Felicidades por tu blog compañera! Pásalo bien por Asturias ;-)

    ResponderEliminar
  2. Coincido contigo en los esfuerzos de la Fundación por traer a los premiados al Campoamor, y en soñar con cubrir los premios algún día...Quien sabe, quizás coincidamos junto a la alfombra azul en algún momento.

    Saludos :)

    ResponderEliminar