Es lo que tiene el mar, que relaja. Es perder la vista en el horizonte azul y olvidarte de que al día siguiente tienes que trabajar -quien tenga esa suerte- o de que esa misma noche te toca alguna de esas tareas que siempre dejas para el final como, yo qué sé, planchar la ropa. Esa tranquilidad, esa paz, es a lo que yo llamo vacaciones. Porque las vacaciones son, sobre todo, descanso, descanso de la vida cotidiana.
Por eso hoy puedo decir que el martes estuve de vacaciones. ¿Dónde? En Cudillero. Fue una compañera de mi antiguo trabajo quien mencionó el nombre de Cudillero y, aunque no recuerdo exactamente a cuento de qué, lo asocié con el de un lugar que debía visitar. Así que cogí el coche -para ser exactos, simplemente me senté en el asiento del copiloto...- y, 56 kilómetros más tarde según la Wikipedia y algo más de 60 según el GPS, llegué a mi destino.
Vista general de Cudillero, por jlmaral |
Nada más entrar en Cudillero, supe que no se trataba de un pueblo cualquiera, porque la estrechísima carretera que se precipita hacia el centro a través de continuas curvas bien podría haberla imaginado el mismísimo Tolkien. Luego, cuando después de unos minutos que se antojan horas alcanzas el final del camino y miras atrás, la vista es maravillosa.
De un lado, el mar, y del otro, un sinfín de casas amontonadas unas encima de otras a lo largo y ancho de dos laderas como si formaran parte de un puzzle gigantesco. Una estampa muy parecida a la imagen de Oporto desde la otra orilla del río Duero, junto al puente Luis I. Pero lo mejor se encuentra en el interior.
Casas en Cudillero, por Javier Losa |
Una vez que te dejas perder en sus callejuelas, te encuentras ante un laberinto interminable de escaleras y rampas que comunican todas las casas del pueblo. Los pixuetos, que es como se conoce a los habitantes de Cudillero, no caminan por las calles, lo que hacen es subir y bajar escalones. Pero no hablo de escaleras convencionales, de las que van en línea recta, no, sino de zigzags que giran a un lado y otro y se bifurcan a cada pocos pasos en dos o tres ramales.
En fin, unas calles llamativas, preciosas en un día lluvioso por el brillo que desprenden suelo y paredes, y, si tienes el día tonto, también divertidas.
La otra gran atracción de Cudillero -aparte de comer en alguno de sus numerosos restaurantes, por supuesto- consiste en pasear junto al mar, a lo largo del puerto o bien subiendo hacia el faro o algún otro mirador. Allí, contemplando la inmensidad del Cantábrico, sintiendo el viento en la cara y percibiendo el peculiar olor que emana de los pueblos pesqueros, sientes que la vida es hermosa. Tal cual.
El faro de Cudillero y el Cantábrico, por Javier Losa |
Y ahora, dejando a un lado el lado más místico de este pueblo asturiano, ahí van un par de curiosidades sobre Cudillero:
- Tiene 5.797 habitantes, población que vive, sobre todo, de la pesca y el turismo. (Vía Wikipedia)
- El concejo alberga un total de 23 playas, tres de ellas con la preciada bandera azul. (Vía 'La Nueva España').
- El nuevo estadio que se inaugurará en noviembre llevará el nombre de La Roja. Eso sí es un homenaje. (Vía 'La Nueva España').
- El municipio cuenta con la particularidad de ser el único donde se habla el pixueto, un dialecto del asturiano que incorpora vocablos nórdicos. Para no olvidarlo, cada 29 de junio, festividad de San Pedro, se lee un poema en pixueto que relata todo lo acontecido ese año. (Vía Wikipedia)
¿Queréis saber más? Pues echadle un vistazo a la web de la Oficina de Turismo.
Ya me han entrado ganas de ir a Cudillero
ResponderEliminar¡Me alegro! Ya sabes, si te animas avisa y tomamos unas sidrinas :)
ResponderEliminarTe lo dije porque fue el destino de mis primeras vacaciones con Chema....
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