Lo del Centro Niemeyer no deja de resultarme curioso. Desde su inauguración el pasado 26 de marzo, o, en realidad, desde mucho antes, el complejo cultural de Avilés ha tenido una gran presencia en televisión, periódicos, radios y encuestas varias sobre los símbolos arquitectónicos más representativos de Asturias. Son muchos los que afirman que el centro supondrá un revulsivo de la vida cultural asturiana, y que atraerá a artistas de renombre a la ría de Avilés, logro que, por cierto, ya está consiguiendo -Woody Allen, Kevin Spacey y Omar Shariff ya se han paseado por su plaza-. Sin embargo, me sorprende esa incuestionable confianza en las posibilidades del Niemeyer.
Lo cierto es que la plaza y los cuatro edificios ideados por Oscar Niemeyer, y que pueden presumir de ser la única obra del arquitecto brasileño en Europa -de ahí que lleve su nombre-, llaman la atención del visitante en cuanto se acerca a Avilés. Su luminoso color blanco y sus suaves formas le invitan a acercarse, armado, por supuesto, con una buena cámara de fotos que permita captar todas las perspectivas posibles del auditorio, la torre o la cúpula. Cierto es que también, una vez en la plaza, el visitante respira tranquilidad, y en muchas ocasiones el sosiego va asociado a una buena disposición para empaparse de cultura. No obstante, cuando el visitante ha dado la vuelta al complejo y tomado, quizás, un café en el Pampulhabar o un cocktel en lo alto de la torre -rodeado de turistas que no quieren perderse la panorámica desde arriba-, poco más hay que hacer.
Sí, por supuesto, ahí están las exposiciones temporales -previo pago- y la sala de cine en el caso de que se proyecte alguna película, pero la oferta no es muy variada de momento, y, lo que es más, tampoco satisface las expectativas de todos. Lo que quiero decir con esto es que, si de verdad quiere convertirse en referente cultural, el Centro Niemeyer quizás debería albergar algún tipo de muestra permanente que atrajera visitantes todos los días, y que le ayudara a crear una identidad propia, cualidad indispensable de los mejores centros de arte. Una muestra, además, que fuera gratuita, o a un precio reducido, porque no están los tiempos para derroches y, además, ésa sigue siendo la mejor manera de hacer la cultura accesible para todos.
De todos modos, imagino que con el tiempo las actividades organizadas por el Niemeyer irán aumentando en número y cubriendo cada vez más diferentes necesidades culturales. Al fin y al cabo, apenas lleva unos meses en funcionamiento, un corto espacio de tiempo que, eso sí, ha servido para que queden pocos asturianos que no hayan oído hablar de él.
Con todo, he de decir que el complejo, en términos arquitectónicos, me sorprendió gratamente, aunque no puedo dejar de preguntarme: ¿Por qué ese empeño en construir moles de color blanco en una tierra donde llueve tanto?
La verdad es que estoy completamente de acuerdo en que el centro debería albergar una exposición o muestra permanente que, por supuesto, sea gratuita.
ResponderEliminarY en cuanto a lo de moles de color blanco, me parece que es el color que mejor queda para este tipo de edificios, ¿no?
Un saludo :)
Tienes razón en que el color blanco queda perfecto, pero es que en un lugar donde llueve tanto -el mejor ejemplo, este mes de julio- puede ser muy sucio
ResponderEliminarGracias por pasarte ;)
La verdad es que este julio ha sido demasiado lluvioso... Y tienes razón:
ResponderEliminarBlanco+Humedad=Desastre
Lo mismo va a pasar con el Palacio de Congresos de Oviedo (Calatrava. Buenavista, Modo O o cómo se llame), pero es el precio que hay que pagar por intentar estar a la cabeza del vanguardismo y limpiándolos y pintándolos cada cierto tiempo, creo que estarían bien...