El Campoamor, listo para los premios |
Venga de donde venga, el verdadero momento mágico sucede, en mi opinión, cuando los premiados pasan junto a la estatua de la estudiante lectora -'Esperanza caminando', se llama- segundos antes de entrar en el Campoamor. Esta escultura, tan sobria y sencilla que podría pasar totalmente desapercibida, ha posado junto a personajes tan reconocibles y admirados como Nelson Mandela, Al Gore, Woody Allen, Rafa Nadal o incluso la autora de la saga literaria de Harry Potter, J. K. Rowling. Ha visto como Michael Schumacher, Yelena Isinbayeva o nueve jugadores de la Roja accedían al teatro; ha acompañado a Günter Grass, Arthur Miller o el arquitecto Norman Foster por la alfombra azul... Y siempre con esa humildad que parece caracterizarla.
'Esperanza Caminando', via JapaneseSigns |
Además de visual y emotivamente atractivos, los Premios Príncipes de Asturias son, sobre todo, relevantes. Por unas horas, a veces incluso días, Oviedo se convierte en la capital cultural y social de España, y puede que incluso de más. La fachada del Campoamor y las puertas del Hotel Reconquista, donde se alojan los galardonados y la Familia Real, reciben las visitas -por Internet, la televisión, los periódicos...- de cientos de miles de personas, lo que hace de estos puntos dos de los lugares más reconocibles -aunque sólo sea por el nombre-.
Por si esto fuera poco, la concesión del premio a determinadas personalidades tiene sus efectos en la ciudad -o eso parece-. Así, Santiago Calatrava ha diseñado un extravagante palacio de congresos que de momento alberga un centro comercial y acogerá también un hotel; Oscar Niemeyer ha creado el Centro Cultural Internacional que lleva su nombre en Avilés; y Woody Allen ha rodado en los alrededores de Oviedo la película que le valió el Oscar a Penélope Cruz, 'Vicky Cristina Barcelona'.
Con o sin la Roja, estos Premios Príncipe, los primeros que he vivido de cerca, aunque no tanto como me hubiera gustado, me han hecho mirar Oviedo con más respeto y admiración que antes, y sentir, un día más, que no podría haber elegido mejor lugar para continuar mi vida.